miércoles, 14 de noviembre de 2012

Algo parecido al ahorro.


Tramo 1. Día #9. 

Una de las cosas más extrañas (y en lo que claramente nunca me detuve a pensar) es en que las cosas que no como son cosas que no compro. Sí, es súper weón, pero da un poco para pensar o para mirar la dieta con un poco más de amabilidad. 

Usualmente voy a algún lugar, me compro un café y un muffin por no sé, dos lucas. Ahora piensen en esta cantidad varias veces a la semana. Lo que hago ahora es tomar te-café en el mug hipster (porque debo asegurarme que no tenga azúcar... remitámonos al martes de la semana pasada), y en vez de pan sólo desayuno huevos  con queso y jamón (que están en la casa, no es que sean gratis, pero siempre han sido parte del gasto mensual). El yoghurt natural batido que tanto echo de menos cuesta $350 aprox, mientras que el que tengo que tomar ahora... $169 (aunque no es tan facil de encontrar). 
A la hora de almorzar estoy obligada a saber llegar a la casa y a olvidarme de la posibilidad de comer afuera, y eso está bien. 
Ahora, con lo que realmente sufro es con el tema del snack. Por muy barato y considerado que sea, no irán a esperar que voy a reemplazar así de fácil el clásico super8 con una bolsita de maní, o el yoghurt. Igual molesta, tengo que ser franca. 

A esto se reduce el supermercado últimamente. 

PERO (esto es importante) no es sólo el ahorro el tema de hoy. Claramente es molesto no comer todo lo que quiero comer, sobretodo viviendo en un mundo preapocalíptico que produce tantas cosas ricas. Pero al tener que contenerme he descubierto lo ansiosa que soy. No, no es que ahora vaya a comer sano todos los días y a convertirme en una monje de la comida, pero igual es cierto que solía tener hábitos que no tenían mucho sentido (y que, claro, de una u otra manera me trajeron a este punto). 
Me gustan ene los dulces, pero reconozco que comerme un paquete de galletas completo en la mañana no era precisamente una conducta digna de imitar. 
Entonces llego a la conclusión de que además de sustituir unas comidas por otras, voy sustituyendo lentamente mi actitud, y además de reforzar la fuerza de voluntad me vuelve más consciente acerca de mí misma.

Eso hasta que me toca ir... a la casa de mi abuela. 
Yo amo a mi abuela, es la mejor abuela, pero tiene el mismo mal que todas las abuelas: si la comida es un problema universal, también es una solución universal. Luego de tratar de meterme comida por todos lados, creo que se molestó un poco cuando saqué el yoghurt que llevo de colación: 
- Y eso? 
- Es que es lo que puedo comer, abuela.
- Ah, y no me vas a dar? 
- ahm... bueno, pero no es muy rico. 
- Ah, pero yo quiero probarlo. 
- (se lo pasé, lo probó) No, está bien rico, fíjate. Dónde lo compraste? yo también lo quiero. 
- Jajjaja, ya, pero no te lo comas todo! 
- Ah, perdon... ya te vas? 
- Sí, tengo que almorzar. 
- Almuerza aquí, ya voy a servir el almuerzo. 
- No, gracias, es que no puedo comer aquí. 

Y algo se quebró entre ambas... algo que recuperaré cuando pueda romper la dieta. 

PS: Esta es la entrada más fome de todas. Por qué me molesto en ponerla? Bueno, porque toca un punto importante y porque MAÑANA TERMINO EL PRIMER TRAMO. Y eso SIEMPRE es digno de ser publicado ;).

3 comentarios:

sektorki dijo...

Comprendo cuando hablas de "esos quiebres" sin embargo tiene que ver con la formación de uno el saber romper los habitos que suelen entregarse facilmente en entornos mas comodos como el familiar o que suelen inducirte como los "carritos" que ponen en algunas pegas. No solo haces una dieta, estas forjando tu personalidad y capacidad de tomar desiciones.

Un abrazo, excelente Blog, tratare de seguirlo

Camila dijo...

Javiera: los almuerzos de la abuela nunca se rechazan. No hay dieta que pueda superarlos, jamas!

P.d: o nunca me fascinaron los yogurt, o yo me habitue a esos ligh, que los encuentro mega ricos, y ahora como mucho de ellos con ccereal de avena, miel y almendras xD

Doc Manhattan dijo...

Ahhhhh abuelas demuestran su amor se mide en la comida que te ofrecen Y SIEMPRE TE OFRECEN COMIDA, recuerdo que siempre que llegaba a su casa lo primero que decía "Uyyyy tesoro...pucha que está flaco".

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