martes, 6 de noviembre de 2012

Fuuu!! (O una serie de errores involuntarios).

Tramo 1. Día #2. 

Siempre creí que el principal detractor de la dieta era mi papá. Ya saben, verlo sentado en el sillón, debatiendo la mirada entre encararte o seguir viendo las noticias, alegando como si me hubiera vuelto vegetariana o algo así. También pensé seriamente en que la tentación de la vida social podría constituir un problema (especialmente ayer, en la reunión de apoderados de la Antonia, cuando esa mujer maliciosa abrió una lata grande de galletitas, que pasaron delante de mí como un millón de veces...). Sin embargo hasta ahora el único factor REALMENTE problemático... he sido yo. 

La impaciencia. Sí, es cierto, empecé la dieta ayer y ya estoy preguntándome cada 25 segundos si estoy más flaca. me miro 3 mil veces más al espejo, así como "ya bajé de peso? no?.... y ahora?" Sí, temo obsesionarme con esto, pero igual reconozco que hay un tema de paranoia aquí del que hablaré en un rato más. 

El sueño. Son las 6 de la mañana del martes 6 de noviembre. Me levanto, miro el teléfono, tomo agua (porque tengo que tomar al menos dos litros de agua), me estiro, voy a la cocina a preparar la colación de la Antonia (prendo la tele, porque a las 6 de la mañana está todo muy silencioso): saco del refrigerador un yoghurt de durazno y su jugo de multifrutas. Tomo un plátano y empiezo a picarlo en el pote de colación, saco la última parte, que a ella no le gusta y me la como como siempre... 

Mierda. No puedo comer frutas. 
Entonces recuerdo las sabias palabras de la Paola: "Tienes que ser estricta y muy obediente". Porque el tema es que el cuerpo sienta la falta de azúcar y comience -en defecto -a quemar calorías, para conseguir lo que necesita. 

Moraleja? Post-it, por todos lados!!!! 

La flojera. La Lorenza es la más servicial de todos. Y yo la más regalona. Y hoy -como siempre -ella me ofreció un té. Yo acepté -como siempre también - y le dije que por favor en lugar de azúcar le pusiera endulzante. Ella me dijo que sí. No lo hizo. Segundo error del día: Una cucharada de té MUY dulce. 
Moraleja? Si quieres que las cosas se hagan bien... ya saben. 

Entonces puedo llegar a la triste conclusión de que he perdido el día de hoy y el de ayer, pero trataré de reponerlo de alguna manera... entonces... 

La paranoia... 

I don't know what I'm doing. Te conviertes un poco en un vigilante de la comida, no queda de otra. Supervisar cuanta cosa tienes en tu plato, casi como si fueras a encontrar veneno ahí. Aunque claro, si nos queremos poner dramáticos, es veneno para mis esbeltos propósitos. Por otro lado, esto me vuelve más proactiva frente a lo que como, lo cual tampoco es malo, sólo es común y molesto. 

Bueno, en  un rato más tengo que partir a la reunión con la profesora de la Antonia, que con sus calabazas con dulces tampoco es la más solidaria con mi proceso. 

Yo espero, no seguir equivocándome, porque siento que ya perdí un el día de hoy y el anterior. Soy un mono. Nunca más. Ya entendí por qué había que ser tan obediente y disciplinada. Las dietas se ganaron hoy un lugar (chico) en mi escala de respeto, porque por muy permisivas que parezcan, siempre serán más sacrificadas que todo. :O 

Fin de la transmisión (por hoy). 

1 comentarios:

Unknown dijo...

Jajajaj, tienes que ponerte post - it en las manos XD
Y ahora eres una Watchmen de la comida ;)

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